Reloj

sábado, 27 de diciembre de 2014

La leyenda de Armeco

Había una vez un tirano que bajó de las tinieblas para ensombrecer a la humanidad, con él traía a sus batallones de siervos que a golpe de muerte ejercían la despótica voluntad de su señor. Tal era su poder que llegó a rivalizar a fuerza con el rey de los cielos.
La luz comenzó a emigrar del que una vez fuera un planeta reinado por hombres virtuosos al servicio del bien y la justicia.
Muchos intentaron oponerse a su poder y ejércitos comandados por hombres valientes se enfrentaban a las huestes negras a pura pica, espada y flecha; pero uno tras otro los ejércitos  del bien regaban y alimentaban la tierra con su fracaso.
La humanidad fue esclavizada y la luz que movía sus corazones se apagaba como incendio bajo lluvia.
El tirano que se hacía llamar Astaroth, ordenaba construir abominables templos con los que alimentaba su ego y ambición, tallar montañas enteras con su figura o excavar cárceles varios kilómetros bajo tierra donde sus huéspedes eran consumidos por las entrañas del planeta.
Sometió durante décadas a la raza humana a sus desvaríos y sombras. Llegó a provocar conflictos mundiales por diversión y por puro sadismo. Mataba sin piedad a aquel que se atrevía a mirarle a los ojos más de 3 segundos seguidos ya que atribuía esa acción a hombres de valor que podrían volver a comandar a los hombres contra él como antaño hicieran sus antepasados con la palabra valor inscrita en sus corazones.
Nuestro rey, quemaba la verde vegetación que con sus pies tocaba y su mirada conocía lo que era la invencibilidad. Consiguió eliminar de la mente humana a base de censura y miedo los valores humanos de justicia, libertad y castrar cualquier comportamiento desafiante.
Los ejércitos inmortales comandados por el mismísimo Zeus bombardeaban con sus flechas plateadas constantemente la capa de oscuridad que cubría a la tierra sin que consiguieran atravesarla para poder combatir a las fuerzas de Astaroth.
Zeus sabía que esa capa la alimentaba el miedo humano y que la primera batalla debían librarla los hombres despejando el miedo de sus almas para debilitarla.
Hubo un hombre, Armeco, que en un pueblo llamado Brisdela, cerca de Atenas, que al paso de un batallón del mal no se arrodilló como los demás, desenvaino al estilo samurái una espada y mientras susurraba a la espada, la besaba y avanzaba con paso tranquilo pero seguro hacia el enemigo, estos se ponían en formación de combate.
Con tres giros de muñeca cayeron los 3 primeros y tras unos bloqueos y contraataques con una técnica impecable fueron cayendo los demás sin hacerle un rasguño. Los rumores de que un solo hombre había arrebatado de las manos del rey sombra un asentamiento humano por primera vez en su historia corrió como la pólvora y reavivó la esperanza en los hombres de nuevo que no dudaron en viajar al pueblo para unirse a sus filas y así, como sus antepasados, luchar por la libertad de nuevo contra el tirano venido del mal.
En solo un año Armeco había reunido un ejército de más de 150 mil soldados entre hombres y mujeres desafiando asi el ego del rey que no dudó en comandar a sus más de 2 millones de siervos contra los rebeldes; fue la carga feroz de esos valientes humanos lo que hizo conocer el miedo real a nuestro rey sombra que en consecuencia debilitó la capa protectora y los ejércitos inmortales pudieron incorporarse a la lucha del lado humano.
La batalla fue feroz y duró 3 días con sus 3 noches, los arqueros inmortales mataban a miles en cada descarga, iluminando con sus flechas el cielo ennegrecido como si fueran fuegos artificiales. La línea del frente la mantenía la infantería humana que luchaba sin descanso por su libertad mientras que, la caballería, comandada por Zeus, penetraba por los flancos en busca de la posición del rey enemigo. Fueron 2 comandantes mujeres junto con la ayuda de Armeco quienes eliminaron a los guardaespaldas de Astaroth que tras la lucha, Zeus les ordenó que se retiraran mientras se batía personalmente con el rey.
La lucha fue digna de novelas y cánticos, las espadas al impactar hacían temblar el suelo como si un meteorito del tamaño de la acrópolis hubiera impactado contra la tierra, chispas emanaban de los escudos en los bloqueos y los movimientos de lucha eran tan rápidos como los rayos. Zeus consiguió separar la cabeza de los hombros a Astaroth en un movimiento que fácilmente alcanzó la velocidad de la luz y las fuerzas de la oscuridad al perder a su líder se rindieron a las fuerzas conjuntas de los dioses y humanos que restauraron la luz y la libertad al planeta.
Armeco fue considerado semidiós e hijo protegido de Zeus y su leyenda perdurará durante siglos.


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