Reloj

domingo, 15 de marzo de 2015

Albert y las notas de clase

Albert se puso la mochila al hombro, como todas las mañanas tras haber devorado la tostada que iniciaba el trajín diario. Salió apresuradamente por la puerta siguiendo el patrón de rapidez que había adoptado con la tostada y sin darle tiempo a despedir a su madre como merecía. Avanzó ágilmente por la calle cuando el eco de la sirena le obligó literalmente a empezar a correr, en Londres no era como en Madrid, y la puntualidad era símbolo de seriedad.
Al abrir la puerta de la clase la profesora enmudeció y le dio la escusa perfecta para que aumentara sus prejuicios sobre la inmigración española, que tras la caída de Madrid había aumentado dramáticamente. En un perfecto inglés británico exagerado, la profesora, quiso demostrar su necedad intentando humillar a un Albert que estaba muy lejos aún de esa pronunciación británica mientras que, al mismo tiempo, su compañero de asiento bromeaba con él jocosamente por su tardanza.
Al chico, no le gustaba la britanización que hacían de su nombre, Alberto, pero como estaba en un país extranjero, debía aguantar esas faltas de empatía bastante frecuentes.
Nuestro amigo cursaba el equivalente a 3º de la ESO siendo un niño muy inteligente y físicamente muy competente, despertaba la envidia y el racismo no solo de su profesora, sino también de las mentes más cerradas londinenses.
Pese a todo, Albert era un niño normal, sin secuelas psicológicas tras haber vivido los primeros meses de la guerra civil en Madrid antes del exilio a Londres, con su familia y con un expediente académico intachable.
En el recreo se sentía observado, pese a que estaba como todos los días con sus amigos jugando y al volver a clase, nota unos escritos en la mesa que estaban..... ¡¡¡en castellano!!!
-Hola Albert cuando leas esto responde, me llamo María-
Albert se frotó los ojos tras sospechar que le estaban jugando una mala pasada, pero cuando los volvió a abrir esas letras seguían ahí, imperturbables. Las letras parecían estar escritas vistiendo con sus mejores y más pomposas galas y se situaban en la esquina superior derecha de la mesa.
Los sentimientos de Albert cambiaron como árboles cambian de invierno a primavera y de su estupor pasó a alegría y euforia.
-Hola María ¿cómo sabes mi nombre?-


Ya en casa no podía hacer los deberes, estaba desconcentrado.
-¿Cómo es posible?¿Cómo una chica puede colarse en un colegio de hombres y escribirme?¿y mi nombre..... ¡lo sabe!?-  


Al día siguiente de nuevo tras el recreo una nueva contestación.
-No importa cómo sé tu nombre, quiero que nos veamos hoy tras las clases a las 5 P.M aquí en tu clase-
Albert estaba inquieto, -¿¡¡a las 5 en clase!!? debe de ser una broma. ¿Por qué en clase?¿cómo entro si estará el colegio cerrado?-
El chico era  muy expresivo y la profesora que lo detestaba cargó otra vez contra él. De nuevo en un perfecto inglés.
-Albert, quita esa cara de bobo y presta atención, no sé cómo era tu educación en Madrid, pero aquí las cosas funcionan de forma distinta-
Le invadieron unas ganas de contestar a la profesora descomunales, pero decidió contenerse justo antes de que su furia llegara a su boca y agachó la cabeza. Él sabía que no era muy inteligente enfrentarse verbalmente con su profesora y a la vez headmistress del centro (directora).


Ya en la tarde, Albert dudaba si ir o no, pero como a cualquier chico de su edad le pudo la curiosidad. El chico recordaba un barrote arrancado de la valla por donde los mayores muchas veces hacían pellas y lo usó para entrar. Eran menos cinco y tras sortear al vigilante como si de una película de James Bond se tratara llegó a su clase.
El aula estaba oscura, y usó esa oscuridad para mantenerse oculto mientras llegaba María. A las 5 en punto se oyen pasos y voces, encienden las luces y aparece la directora con 2 guardias.
-Este es el ladrón agentes aquí está-
Albert se puso blanco y tras observar la risa ácida de la directora se dio cuenta de que se la había jugado.